KATYA VÁZQUEZ SCHRÖDER (Córdoba, Argentina, 1997) cursó estudios de Romanística en la Albert-Ludwigs-Universität Freiburg de Alemania, y se ha graduado en Español: Lengua y Literatura en la Universidad de La Laguna de Tenerife, donde también ha finalizado el Máster de Formación de Profesorado. Recibió el Premio Extraordinario al Mejor Expediente Académico 2019-2020 y el Premio Extraordinario de Fin de Titulación.

En el año 2018 fue galardonada con el XLII Premio Félix Francisco Casanova por su relato ‘Las flores del verdugo’ y obtuvo, a su vez, la mención especial por su poemario ‘Aguas de naufragio’. Es autora del poemario ‘Entre los interludios’ (Ediciones La Palma, 2019) y conforma las antologías ‘Liberoamericanas: 140 poetas contemporáneas’ (Liberoamérica, 2018), ‘Volcanes interconexos’ (Ediciones Idea, 2019), y la Audioteca de Literatura Canaria Actual. Actualmente es profesora de Lengua Castellana y Literatura en un instituto y ha empezado su doctorado internacional en Literatura Hispanoaméricana en la Universidad de La Laguna y la Albert Ludwigs Universität Freiburg.Zona de los archivos adjuntos

Estamos celebrando el Día del Libro, ¿recuerdas cómo te iniciaste en el maravilloso mundo de la lectura?

Este es uno de los pocos recuerdos que tengo intacto. Sé incluso cuáles fueron esos libros y, lo que es más importante, sé lo que me hicieron sentir. Apenas las maestras del Teófilo Pérez me enseñaron a leer, no pude parar de leer libros repletos de ilustraciones monísimas de hadas y princesas y brujas que se convirtieron en todo lo que yo quería ser. Recuerdo ir a la Biblioteca Municipal con mi hermana y ella, cuidadosamente, después de ir a su estantería «de mayores», me elegía un libro que sabía que me iba a encantar: uno de un cartero cuyas cartas eran desplegables y podía tocarlas como si fueran de verdad.

¿Alguna lectura en concreto que quieras destacar de tu infancia?


En mi infancia hubo una lectura que me marcó por completo y fue el mismísimo Don Quijote (una adaptación para niños de primaria, evidentemente). Fue tan espectacular esa historia para mí, tan llena de fantasía y locura… Será que pude identificarme perfectamente con nuestro hidalgo. Ese libro fue tan importante ya no solo por lo que me enseñó, sino porque también me hizo introducirme en el mundo de la escritura.


¿Cómo fue el paso de lectora a escritora?


Realmente nunca existió tal paso, es imposible para mí escribir sin leer. Imposible. Y siempre que he logrado escribir algo que considere que está medianamente logrado es porque he tenido a mi lado un libro que me ha despertado todos los sentidos. Otra cosa es el paso en el que me doy cuenta de que la gente podía llegar a leerme a mí, y ese paso aún no lo tengo del todo asimilado.

 
Mucha de tu producción literaria se enmarca dentro del género lírico, ¿Por qué? ¿Qué tiene la poesía de especial para ti?


Cuando llegué a la poesía, que fue en mi adolescencia, se abrió un nuevo canal de expresión para mí que abarcó la forma en que miraba el mundo. De repente me di cuenta que se podía observar la poesía a mi alrededor o, mejor aún, que se podían entender lo que veía a mí alrededor de forma poética. Me vi con la herramienta de poder traducir el mundo en un poema para poder comprenderlo. Y ya, lo más importante de todo, es que la única forma que tuve después de entenderme a mí fue a través de la palabra. Después una se da cuenta que tampoco es suficiente, porque hay cosas indescriptibles que no se pueden poner en palabras, y eso conlleva mucha frustración. Pero es algo que ya va en mí, a veces más activa, otras más escondida, pero siempre latente.


Éste es un género que no parece gustar mucho a la gente joven. ¿Estás de acuerdo? ¿A qué se debe eso? ¿Cómo podríamos fomentarlo desde el aula o el centro?

 
No estoy del todo de acuerdo. Creo que la poesía puede llegar a ser de gran ayuda para los jóvenes cuando se dan cuenta de que ellos también pueden escribir poesía y que pueden entenderla. La visión que tienen de la poesía es de esos textos del Siglo de Oro que tienen que aprenderse porque vienen en distintos apartados en el libro. No está mal, he visto jóvenes emocionarse con un poema de Garcilaso de la Vega. Pero hay que mostrar la vertiente oral de los recitales poéticos donde ellos incluso podrían llegar a participar; o mostrarles también poemas más actuales que hablen de sus problemáticas, que son, paradójicamente, las problemáticas del ser humano y de las que la poesía se alimenta: el desamor, la soledad, la felicidad de la juventud. No siempre va a ser del gusto de todo el mundo, pero seguro que en algún momento pueden llegar a verse atraídos por ella.


Sabes que el Plan de Lectura se trabaja en todos los centros, ¿qué opinión te merece?


El Plan como proyecto está fantástico, claro. El problema es cómo se lleva luego a cabo. Pienso que los Planes de Lectura se quedan en que cada nivel lea un libro (fundamental porque hay alumnado que quizás no se ha leído un libro entero), pero se queda ahí o en la prueba final. Hay algo que se está perdiendo en el camino. Para mí sería fundamental el poder hablar con el/la autor/a. No es fácil, pero estoy segura de que tendría así un impacto mucho mayor en el alumnado.


¿Tienes algún proyecto literario nuevo o en el que estés ahora mismo trabajando?


Tengo ya un proyecto literario ya cerrado con el Ateneo de La Laguna que en breve verá la luz y otro proyecto literario que quizás salga para finales de este año en el que me encuentro trabajando ahora mismo. Estoy muy emocionada de estar nuevamente tan envuelta en la poesía.


Aparte de la literatura, ¿qué otros ámbitos artísticos despiertan tu interés?


Estoy muy ligada, por una cuestión familiar (mi padre, Guillermo Vázquez Zamarbide, es pintor) con el arte pictórico. Mi casa siempre ha estado plagado de cuadros, tanto acuarelas como óleos, no solo de mi padre sino también de otros artistas. Eso ha hecho que la pintura despierte un interés especial en mí, un verano incluso llegué a atreverme a pintar un cuadro, pero definitivamente prefiero admirar los cuadros a hacerlos.